Felicidad es un concepto que puede tener diferentes significados para cada persona, incluso puede tener distintos significados para la misma persona en diferentes momentos vitales.
Con las prisas, el estrés y la cantidad de tareas que nos impone el día a día (o que nos imponemos), no nos paramos a pensar, por ejemplo: qué es la felicidad para mí en este momento. O qué me hace feliz, o cuándo me siento feliz, con quién comparto mi felicidad.
Todas estas preguntas nos ayudan a darnos cuenta, a entendernos. Y desde ahí, podemos empezar a encontrar o a valorar lo que nos da la felicidad en este momento, en el aquí y el ahora.
La doctora Lyubomirsky, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de California en Riverside, ha investigado durante años sobre la felicidad. Fruto de estas investigaciones, ha llegado a la conclusión de que la “tarta” de la felicidad está distribuida en 3 “porciones”: un 50% está conformada por la genética, un sorprendente 10% depende de la situación que estemos viviendo (salario, bienes materiales, salud, logros) y otro sorprendente 40% depende de las acciones que hacemos para potenciar nuestro bienestar.
Digo sorprendente porque muchas veces nos enfocamos en este 10%, cuando resulta que podemos enriquecer ese otro 40% y quizá encontrar más felicidad de esa manera.
Entonces, si casi la mitad de nuestra felicidad depende de nuestras acciones y actitudes vitales, de lo que hacemos para estar bien, puedes preguntarte: ¿qué hago para tener bienestar? ¿me cuido lo suficiente, hago lo que me produce bienestar tan a menudo como quiero? ¿O lo dejo “para mañana”?
Seligman (un psicólogo muy conocido por, entre otras cosas, la psicología positiva y la teoría de la indefensión aprendida) describe que la felicidad está formada por varias dimensiones. Una de ellas es “la buena vida”. La alcanzamos cuando descubrimos nuestras virtudes y fortalezas y las utilizamos para mejorar nuestra vida. Podemos decir que estamos en esa dimensión cuando estamos tan abstraídos en una tarea que nos olvidamos de todo lo demás. A este estado otros autores le llaman flow o fluir. ¿Has sentido ese estado alguna vez? ¿Cuánto hace que no lo sientes? ¿Con qué actividad/es crees que podrías sentirlo de nuevo?
La reflexión sobre la felicidad puede ser el punto de partida para dar pequeños pasos hacia ella. Ser conscientes de la felicidad que sentimos en el momento en el que la sentimos y disfrutarla. E ir cambiando, poco a poco, lo que nos hace infelices.
Cada vez hay más estudios que refrendan los efectos positivos que la felicidad nos provoca. Tanto físicos como mentales y, por supuesto, emocionales. Y, aunque muchas veces no nos hagan falta estudios científicos para observar esos efectos en nosotros mismos, es muy interesante que la ciencia esté entendiendo cada vez más cómo los neurotransmisores y hormonas interactúan con nuestras emociones, cómo funciona nuestro cerebro, que haya debate sobre si primero va la emoción, o el pensamiento, o la química de nuestro cuerpo. Conocimiento científico y autoconocimiento unidos para entendernos y elegir mejor lo que queremos en nuestra vida.