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Relación entre trastornos cardiovasculares y estrés

Una investigación realizada por un equipo de la Escuela Médica de Harvard publicado en enero de 2017 por  la revista médica británica The Lancet, puntualizó que el estrés es un factor de riesgo igual de importante que el tabaco o la presión arterial.

En el proceso está implicada la amígdala, que es la zona del cerebro que procesa las emociones. Las investigaciones sugieren que la amígdala envía señales a la médula ósea para producir más glóbulos blancos y éstos, a su vez, actúan en las arterias provocando que éstas se inflamen, causando ataques cardíacos o apoplejías.

Todavía se han de hacer más estudios para confirmar estas investigaciones, pero parece cada vez más claro el vínculo que las une y las consecuencias que produce.

El estrés es una reacción fisiológica, psicológica y conductual de las personas cuando reciben presiones externa o internamente y tratan de adaptarse a la situación. Es un mecanismo de supervivencia necesario, aunque se puede diferenciar entre el ”bueno” o eustrés, o ”malo” o distrés.

El estrés puede asociarse a ciertas enfermedades cardiovasculares, como por ejemplo: ictus, arritmias cardíacas, angina de pecho, ataque de corazón y tensión arterial alta.

Se distinguen tres fases del estrés:

  • Fase de alarma, en la que tratamos de ajustarnos al cambio y sobreponernos. Generalmente necesitamos gastar mucha energía para ello.
  • Fase de resistencia: si la primera fase no se supera adecuadamente, entonces se van consumiendo toda la energía tratando de ajustarnos, quedándonos entonces sin reservas. Es entonces cuando pasamos a la siguiente fase,
  • Fase de agotamiento, en la que el estrés se vuelve patológico.

Causas: el estrés patológico se produce cuando la respuesta es excesiva, pero también si es escasa. 

Puede causarlo una alta exigencia en el trabajo y en el día a día (tratando de llegar a todo, por ejemplo), problemas económicos, complicaciones y problemas en la familia y/o amigos. Hay veces que el estrés es físico, como por ejemplo,  cuando se produce una gran exigencia deportiva.

Otras causas pueden ser conflictos armados, catástrofes naturales, atentados, incertidumbre sostenida, ansiedad, pánico, actitudes hostiles, negatividad, excesiva competitividad y depresión.

¿Cómo tratar el estrés?

Podemos practicar la meditación, la relajación, el yoga y otras disciplinas que favorezcan el movimiento suave y sin competición (taichi). 

Podemos ayudar al cuerpo a recuperarse con una nutrición adecuada, ir al endocrinólogo o al fisioterapeuta a que nos ayude en esa recuperación. Y, por supuesto, también nos podemos contar con un tratamiento psicológico.

Pautas generales para ayudarnos a evitarlo:

  • Gestionar emocionalmente lo que nos produce estrés.
  • Socializar y divertirnos sanamente.
  • Mantenernos activos con deportes y otras actividades físicas.
  • Descansar por la noche, y también durante el día, aunque sea durante periodos de tiempo cortos.
  • Escuchar música relajante.
  • Respirar suavemente durante unos segundos, varias veces al día. 
  • Comer de forma saludable y equilibrada, evitando la dieta alta en grasas, azúcares o sal, disminuyendo el consumo de bebidas con cafeína y con alcohol.
  • Evitar el tabaco.

 

Imagen de Bianca Mentil en Pixabay

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